Los caminos de Cosquín Rock

 

Por Néstor Pousa


El record absoluto de convocatoria con entradas agotadas y una renovada programación artística hicieron de la 2023 la edición más grande hasta la fecha. Aquí un resumen.

 

Veintitrés años por los caminos de Cosquín Rock con igual cantidad de ediciones, desde la primera en la folklórica Plaza Próspero Molina (2001) hasta la que culminó recientemente. Un fenómeno que vimos nacer, crecer y multiplicarse, con una vocación expansiva que lo llevó a desarrollarse en franquicias por otros países del mundo como: México, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Estados Unidos, España.

Pero el Cosquín Rock más grande está aquí, la nave madre que cada verano aterriza en tierras cordobesas, encontró su zona de confort en el aeródromo de Santa María de Punilla.

 

Y esta certeza se certificó más que nunca este año con una edición que convocó, según cifras oficiales, a más de 200.000 personas en dos días.

 

Imaginemos por un momento a una pequeña ciudad a la vera de una ruta nacional, con 9500 habitantes estables, recibir la friolera de más de cien mil personas en un solo fin de semana. No debe haber una imagen más woodstockeana que esa, en pleno siglo veintiuno.

 

Para que este éxito de convocatoria descomunal y casi inesperado se materializara y que el cartel de “no hay más localidades” (“soldout” molesta a algunos susceptibles) fuera colgado una semana antes del inicio del festival, los organizadores tuvieron que trajinar muchísimo y derribar algunos mitos. Cambiar una lógica que nació con el festival y su propio nombre insignia: ¿llamarse “Cosquín Rock” implicaba no dar cabida de por vida a otros estilos musicales surgidos desde el rock?

 

Los cambios en el diseño de la grilla fueron graduales pero acentuados. Y así como se mantuvieron a algunos de los artistas fundadores en aquella lejana edición inicial, como: Las Pelotas, Ciro (antes con Los Piojos, ahora con Los Persas), Divididos y Fer Ruiz Díaz con Catupecu Machu, proyecto que su líder rearmó este año casi en plan conmemorativo. No tembló el pulso para desactivar espacios a los que consideraron agotados en su propuesta, como el recordado escenario Temático (orientado al heavy, al reggae y al punk) que hace años cambió por el actual Escenario Sur; y el escenario Córdoba junto con las carpas, que mutaron en el actual escenario Montaña con un marcado éxito de asistentes.

 

Hubo también un volantazo en la grilla artística que hoy completa sus casilleros con mayoría de expresiones provenientes de la música urbana, el trap, el nuevo rap, el hip hop y la electrónica, una decisión que no es vista con buenos ojos por los fans más ortodoxos que así lo manifiestan en las redes sociales.

 

Edición histórica anunciaban sus responsables, un mote gastado en otras oportunidades por diferentes motivos. Esta lo fue sin embargo por batir todos sus records de convocatoria apoyados en una fuerte programación artística.

 

Claro que semejante multitud reunida no hizo más que acentuar el talón de Aquiles de este encuentro, como son los servicios sanitarios (baños químicos) y los patios de comidas, con una oferta gastronómica cada vez más exquisita y variada, pero a precios poco razonables y con un funcionamiento engorroso a la hora de comprar los tickets y retirar la comida ordenada. Dos ítems que sin duda desvelan a los organizadores y que hasta ahora no le encontraron solución.

 

Pero tal parece que todo pasa a un segundo plano cuando desde bien temprano la música empieza a sonar al unísono en los seis espacios destinados a tal fin: Norte, Sur, Montaña, Casita del Blues, Paraguay y Boomerang.

 

A modo de resumen intenté a armar un “top five” totalmente aleatorio y seguramente discutible desde otros puntos de vista.

Pongo en mi podio a Skay Beilinson, de quien alguna vez León Gieco seguró: “Es mejor que Mark Knopfler”. Skay tiene ese estilo de tocar la guitarra que hipnotiza. Los Fakires, trío que lo acompaña, son sobrios pero con un sonido demoledor. Un gran repertorio propio que alterna con perlas de Los Redondos muy esperadas por el público: El pibe de los astilleros, Todo un palo, Ji jiji. La novedad: cambió su inseparable SG cherry por una Telecastersunburst.  


Dillom, uno de los artistas jóvenes con mayor crecimiento en el último año calendario, presentó un show de alto impacto musical con visuales lúgubres que remiten a Blair Witch. Interpretó temas de Post Mortem, un disco conceptual de los que no abundan en su segmento. Invitó a Saramalacara para recrear su colaboración en Rocketpowers.


Fito Páez, es indiscutible el romance con la gente gracias a un repertorio de clásicos emotivos. Tal vez por eso la lista de temas sale calcada y sin novedades. En el día de mayor convocatoria el rosarino congregó a una multitud pocas veces vista en el extremo sur. Sumémosle que la banda, con Mariela Vitale en coros y una sección de vientos, cada vez suena mejor.Con su carácter siempre contestatario, al principio refunfuñó por la música que se filtraba desde los demás escenarios, pareció molestarle pero no empañó el show. Luego reprochó con sarcasmo a los del VIP por su escasa participación, con la frase: “A ver la platea, no se hagan los ricachones”, emulando a Lennon.


Usted Señálemelo, los mendocinos regresaban luego de un período de inactividad. Mostraron intacto su estilo de pop fino y personal con reminiscencias ochentosas y muy buenas canciones: Agüetas, Las flores sangran, Mañana, Big bang, puntos altos de un repertorio que ya extrañábamos escuchar en vivo.

 


No Te Va Gustar, era muy esperada la banda uruguaya por estos lares. Y ellos devolvieron con un gran show al atardecer. Una larga lista de canciones coreables, una banda que suena tremendo y un frontman conocedor del oficio que saludó al grito de: ¡Buenas tardes campeones del mundo!, y a partir de ahí se desató la fiesta en el lado norte del Cosquín Rock.