La política no recepta el mensaje ciudadano


El escenario en que se desenvuelve el presente de Argentina es de alto riesgo, porque nos encontramos ante crisis económica, crisis política y estamos ingresando en crisis institucional.

 

Cuando acabamos de cumplir 40 años de la recuperación de la democracia, el periodo, sin interrupciones, más amplio de nuestra historia, es injustificable, más aún si consideramos la conducta electoral que ha tenido la ciudadanía en la última compulsa. Repasemos, la ciudadanía envió claros mensajes cada vez que pasó por las urnas, en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) dejó claramente explicitado que los dos espacios políticos mayoritarios que habían venido gobernando, la denominada “grieta”, no cubrieron sus expectativas –confrontando y enrostrándose, en forma permanente, los intereses, endeudamientos, desaciertos y corruptelas que los signaron- en consecuencia, optaron por privilegiar al espacio más bisoño. En la elección general, primera vuelta, decidieron por recomponer las fuerzas en el Poder Legislativo y lo hicieron no otorgando mayorías absolutas, con el claro objetivo de que se cumpla con el debate de ideas propulsoras a sacarnos del estado de crisis en que nos encontrábamos, buscando enriquecer las propuestas y tender a la aplicación razonable de los acuerdos parlamentarios obtenidos. En el balotaje, segunda vuelta, reafirmó su conducta inicial, entregando la conducción del Poder Ejecutivo al espacio de más reciente exposición pública y que se había adueñado de la crítica ciudadana y la exponía como mantra, siéndole de real utilidad durante la campaña.

 

El comportamiento ciudadano ha sido de una madurez destacable, pero el mensaje no ha sido receptado por los hacedores de la política, en virtud que algunos adeptos al poder, a sus intereses e incluso faltos de dignidad, se refugiaron en el entorno presidencial y desde ahí no tan solo mantuvieron la grieta sino que pretenden profundizarla corroyendo la institucionalidad.

 

La intención de un alto porcentaje de la ciudadanía era recordarles la división de poderes, que tal como lo expresa la Constitución Nacional el pueblo no gobierna sino a través de sus representantes, en función de lo cual equiparó fuerzas en el Congreso Nacional para que las políticas que nos permitan salir de las crisis, a las que nos han conducido y de las que son plenos conocedores, se diriman a través de la presentación de ideas, su contrastación, el pertinente debate; y aplicando la razón, el leal servicio a la nación y sus habitantes, se consigan los acuerdos que nos pongan en el derrotero conducente a la recuperación de la república, con lo que la misma conlleva.      

 

La política es el arte de lo posible y la negociación, en el buen sentido del término, es permanente porque se trata de dirimir en un terreno en constante conflicto, pero no es solo el de los intereses personales, de clase, de poder, de mercado, de lucro, sino el de concebir un proyecto contenedor colectivo que permita el desarrollo y crecimiento, en paz, de una sociedad que desde hace larga data viene siendo menospreciada.

 

Las causas, para ese menosprecio, son múltiples, y están relacionadas con la casi extinción de los partidos políticos, que fueron el primer tamiz a superar para proponerse como referente de una corriente de pensamiento y acción; la consecuente profesionalización de la política, que hace a que quienes se integran olviden de que su merito es servir y no servirse; la construcción de alianzas o concertaciones sin objetivos ni principios afines, solo detentadoras de poder electoral; podría llenar páginas con ejemplos del mismo tenor, lo cierto es que, para este tipo de político, el ciudadano no trasciende más que el valor de un voto, y por eso no lo aprecia ni escucha.

 

Es real que nos encontramos en una transición que determinará un nuevo ordenamiento sociopolítico, pero no será bajo condicionamientos limitantes de la participación ciudadana impuestos desde el poder institucionalizado y no institucionalizado, sino con la inclusión del  pensamiento patriótico de una sociedad que asume con madurez los problemas y desafíos que la época le manifiestan y piensa en resolverlos desde el diálogo enriquecedor, abrazando la soberanía nacional en todos sus aspectos.

 

N.H.