El país de Benjamín Button
Por Sebastián Tassart
El país de Benjamín Button
Por Sebastián Tassart
El titulo de esta nota es tomado de la película EL EXTRAÑO CASO DE BENJAMIN BUTTON, estrenada hace 15 años y protagonizada por Brad Pitt entre otros actores conocidos. La trama gira alrededor de un hombre que, por un reloj cuyas agujas “giraban al revés” al momento de nacer, vive su vida en retrospectiva. Nace con el cuerpo de un hombre de 80 años y a medida que “crece” va rejuveneciendo.
Hecha la aclaración, se da que Argentina es EL PAIS DE BENJAMIN BUTTON. Evidentemente, vamos siempre hacia atrás, en todo orden no solo el económico que es el de mayor notoriedad por las sucesivas crisis en tal ámbito. Siempre nosotros, como Sociedad, y quienes elegimos para conducir los “destinos” vivimos al compás del protagonista de la película.
De creer en raros artilugios de corte esotérico, podríamos afirmar que al momento de nacer como Sociedad independiente, seguramente “hubo un reloj cuyas agujas giraban al revés” de cómo deben hacerlo, dado que tenemos una tendencia irrefrenable de ir y mirar hacia atrás todo el tiempo.
La construcción de relatos y narrativas con el inicio de cada nuevo ciclo político, impone a los protagonistas centrales de la necesidad irrefrenable, aunque no dispuesta en ningún lado, de establecer parámetros fundacionales y buscar sostener la nueva épica de turno en algún punto de la historia.
Los anclajes de tiempo, varían de acuerdo al tenor de la narrativa dominante en el equipo de gobierno al que le toca en ciernes dirigir los destinos nacionales. Cada nuevo gobierno, busca demoler lo hecho por el anterior y verse en el espejo de la historia en un antecesor sobre el que se auto percibe continuador de su “obra” y a la que se le endilga motes tales como “los mejores años de nuestra historia…” u otros latiguillos similares.
El presidente Raúl Alfonsín, al hacer hincapié en la recuperación de la democracia y la posibilidad concretada de elegir libremente sin ningún tipo de censura y proscripción, traza el puente histórico con la presidencia de Hipólito Yrigoyen quién fue el primero en llegar a la máxima magistratura de la Nación por el voto secreto, universal y obligatorio concretado en la denominada Ley Sáenz Peña de 1912, que cerró la etapa de seis décadas con elecciones fraudulentas, sectarias y elitistas que vedaban el acceso a quienes no pertenecieran a esa aristocracia.
El presidente Carlos Menem, al lograr la estabilidad monetaria en 1991, tras la tormenta híper inflacionaria de 1989 y que lo tuvo a maltraer en sus 2 primeros años de gestión, se veía a sí mismo con el Julio Argentino Roca de finales del siglo 20. Principalmente con la expectativa de superar al tucumano en la cantidad de 12 años que estuvo en el poder mediante dos mandatos separados, record que por sí mismo nadie ha logrado igualar. El propio Menem estuvo 10 años y 5 meses con dos mandatos consecutivos entre 1989 y 1999. Tampoco lo logró Perón, que si bien gobernó en 3 oportunidades, sumó en total casi 10 años.
Los presidentes Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde no tuvieron tiempo de construir épicas ni emplazar hitos fundacionales. Al primero le explotó el sistema de convertibilidad y al segundo le tocó transitar el estallido de ese modelo agotado.
Sin embargo, aunque hayan pasado desapercibidas por otras penurias, si revisamos sus historias podemos afirmar que tuvieron ciertas percepciones en el espejo de la historia en función de sus perfiles relacionadas con sus inicios en la política a diferencia de quienes les precedieron que buscaban emular a líderes que no conocieron. De la Rúa respecto a Arturo Umberto Illia y Duhalde sobre la tercera y última presidencia de Perón.
La llegada de los Kirchner al poder, Néstor primero y Cristina después, lo impuso dado el contexto de rechazo generalizado a toda la clase política, de generar nuevas épicas, abordando banderas y perfiles que recién estrenaron en su llegada a la Casa Rosada, pero no practicaron en sus inicios en la función pública.
Las banderas de reivindicación de los derechos humanos y los grupos subversivos de los 70. Digamos que respecto a Duhalde, se ubicaron en “otro” sector de la Plaza de Mayo del acto celebrado el 1º de mayo de 1974, justo 2 meses antes de la muerte del fundador del Justicialismo. Mientras Duhalde se “ubicaba”, por decirlo de un modo espacio temporal, en el palco junto a Perón; los Kirchner se “situaron” en el sector ocupado por la “juventud maravillosa” que vilipendiada por el líder, abandona el acto antes de terminar.
Todos arquetipos construidos sobre la base de generar un anclaje emocional con un pasado, al cual se le resaltan notas de color hermoseadas más que hermosas, ocultando los aspectos oscuros de esas etapas históricas. Es una forma, no de ver el vaso medio lleno o vacío, sino resaltar la parte del vaso que resulta conveniente en un determinado contexto y momento político, extrapolando parcialmente aquellos aspectos que son funcionales a la construcción de un mensaje con un trazado histórico que según los “relatores” iba en buen camino y, como toda épica argentina, fue interrumpida por “las fuerzas del mal.”
Mauricio Macri, dotado de pragmatismo empresarial por sobre un relato filosófico y de ciencia política, busco su propio espejo en el pasado. Con alguien que él no trató en su paso por el gobierno, pero su nunca bien ponderado padre sí. Arturo Frondizi y el desarrollismo. Franco Macri, más pragmático y con mayor calle que su vástago primigenio, apenas bajó del barco que lo trajo de una Italia paupérrima de post guerra, tenía una consigna clara: hacer plata, mucha y como sea. Cumplió con todas las metas que se propuso.
Su hijo, que nació en cuna de oro, de la unión de lo que antes se llamaba un arribista y una representante de la aristocracia local, busco por idiosincrasia familiar y su perfil de ingeniero dedicar sus esfuerzos en parecerse a un desarrollismo que no sucedió con su espejo – Frondizi – y tampoco con él, imbuido de espíritu zen, que en la jungla de la política no fructifica.
Alberto Fernández, es el ejemplo típico de chanta de catálogo; que tiene más traste que cabeza, por no usar otra expresión, de corte soez. Nunca luchó por el lugar que ocupó, menos imaginarse que podía llegar al mismo. Hasta que las triquiñuelas y estrategias de la política vernácula, sumada a la impericia económica del presidente Macri, lo depositaron en el sillón de Rivadavia. En quien se vio reflejado en la historia, no lo sabemos; podemos inferir que puede ser Néstor Kirchner. Con quién ocupó el mayor peldaño en la función pública como Jefe de Gabinete entre 2003 y 2008, previo a la impensada presidencia.
Javier Milei, es una especie de Frankenstein. Una amalgama ¿anti? todos los que pasaron antes. Bien tuneado en el discurso, de un montón de conceptos que fue deshilachando en el camino, con toques de salpicón en su ¿diatriba? contra la clase política a la que, con mucho énfasis dice no pertenecer; se auto percibe el refundador de la Patria. Con flagrantes contradicciones, habla de cien años de desastres, pero reivindica a Menem una y otra vez. Se mira, en simultáneo, en varios espejos del pasado: Menem, Roca y Pellegrini, aduciendo en todos ellos virtudes no demostradas y de dudosa existencia.
Será esa la razón para la vuelta al redil de la política de la siguiente generación de la tribu riojana? Con dos sobrinos del ex mandatario, uno a la vista y el otro tras bambalinas, en la galería de artífices de las operetas del presente.
Nota de color: Javier Milei y Sergio Massa, los supuestos archienemigos que disputaron la segunda vuelta electoral, tienen su fundamento ideológico real en el neoliberalismo impuesto, en la década del 90, por Carlos Menem.
Hasta la próxima.