¿Puedo Contarles una historia?

 

EL HOTEL EDEN Y EL CLUB HOTEL DE LA VENTANA, VIDAS PARALELAS

 

Por Alberto E. Moro


Promediando la década del 50, siendo muy joven y conocido como maestro y deportista, fui contratado en dos años sucesivos para acompañar a los hijos de un grupo de familias muy pudientes, amigas entre ellas, que todos los años veraneaban un mes en Sierra de la Ventana, provincia de Buenos Aires.

Viajábamos toda una noche en tren, en los vagones dormitorio, que eran un lujo para la época y del que hoy carecemos por los desmanejos que todos conocen.

 

Mi trabajo era adiestrar físicamente a los niños en natación y gimnasia, y acompañarlos con mis conocimientos de vida en la naturaleza, haciéndoles escalar, reconocer insectos y ofidios, andar a caballo y –sobre todo- dejar que también los padres tuvieran su descanso y pudieran ir tranquilos a jugar al golf. Ocasiones en las que algo aprendí sobre ese deporte, llegando a participar en un torneo amistoso con disfraces, aportando el mío como chino mandarin.

 

Nos alojábamos en un gran hotel que funcionaba solo en algunas de sus instalaciones, pues el resto estaban casi abandonadas en todos sus aspectos.

 

En el diario La Nación del Domingo 6 de Agosto apareció un artículo a dos páginas de Constanza Bengochea titulado “La maravilla del Siglo. Auge y ocaso del hotel más lujoso de Sudamérica, haciendo alusión al Club Hotel de la Ventana, y según acabo de leer, para su construcción fue necesario que la Compañía Británica del Ferrocarril del Sur, como lo venía haciendo desde 1883, construyera un nuevo ramal que culminó en 1903 inaugurándose la estación de Sauce Grande.

Tardaron 7 años en construirlo, y las publicidades de entonces proclamaban “Residencia veraniega de montaña a solo una noche de Buenos Aires”.

Los encargados del diseño del edificio fueron el arquitecto francés Gastón Mallet y el suizo Jacques Dunant, y su desarrollo quedó en manos del constructor italiano Antonio Gherardi. La financiación, como no podía ser de otra manera considerando la ubicación geográfica quedó a cargo de Ernesto Tornquist.

 

El edificio estaba en un predio de 16.000 hectáreas, y sus superficie construida alcanzaba 6.400 metros cuadrados, más otros mil metros cuadrados en sótanos donde funcionaban las cámaras frigoríficas y otros servicios esenciales. Tenía un Casino y una Sala de Hombres, y su capacidad alcanzaba a 126 habitaciones y 4 departamentos con comedor, cocina, y balcón privado. También contaba con carnicería, huerta y granja donde se producían los elementos necesarios. Y lo que no podían generar lo aportaba la regular llegada del tren.

 

En el artículo de La Nación que mencioné al principio, dice textualmente: “Fue el mejor hotel de su época, superando al Plaza Hotel de Buenos Aires que había sido inaugurado en 1909, al Hotel Edén en las sierras cordobesas, de 1890, y al Hotel Rosario de la Frontera, en Salta”, según relata el guía de turismo de la zona.

 

Sabemos que estas apreciaciones pueden ser más propagandísticas que reales, y que pueden variar según el enfoque de quien opina, por lo cual no va en desmedro del nuestro Edén Hotel que fue sin duda uno de los primeros y más grandes hoteles del interior del país.

Funcionó muy bien algunos años, pero luego sobrevino la Primera Guerra Mundial, los europeos dejaron de venir y, además, en l917 el Presidente Hipólito Irigoyen prohibió los Juegos de Azar y en consecuencia el Casino dejó de funcionar como atractivo turístico.

 

A principio de los años cuarenta, el edificio y las 340 hectáreas que quedaban pasaron a depender de la Provincia de Buenos Aires, y en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, le sucedió lo mismo que al Hotel Edén con los japoneses. Aunque había estado 26 años sin uso pleno, siempre hubo un grupo de personas que lo mantenían en las mejores condiciones posibles, y fue utilizado para albergar a 350 marinos alemanes procedentes del naufragio en el Río de la Plata del acorazado alemán AdmiralGraffSpeee, quienes permanecieron allí dos años, ayudando en los jardines y en la conservación del hotel, ya que si bien figuraban como prisioneros, en realidad tenían una gran libertada para moverse y trabajar.

 

En 1995, nuevamente en manos provinciales después de algunos intentos político-privados de obtener beneficios, fue prácticamente saqueado por el vandalismo habitual que sucede, cuando gente local o foránea accede a lugares abandonados con fines de robo o aún para llevarse recuerdos de lo que, años después, en 1995, ya “vaciado” por la desidia oficial, es graciosamente declarado “Monumento Histórico”.

 

Como vemos y anuncié en el título, hay muchas semejanzas con los ocurrido al Hotel Edén en muy distintos hechos y circunstancias que marcaron un cambio de época, especialmente de la llamada “Bell Époque”, que lo fue lamentablemente y como siempre tan solo para una pequeña porción de los millones de habitantes del planeta, como muchas veces he manifestado en mis escritos no obstante haber disfrutado de ella mi propia familia.

 

Es un placer, por otra parte traer al presente una grata experiencia laboral juvenil que me resultó muy interesante por el trato con toda esa buena gente, que me reconoció económicamente por hacer lo que entonces, y también ahora, me resulta espiritualmente gratificante: la docencia y el contacto con la naturaleza.