Cosquín Rock25: Mientras miro las nuevas olas
Por Néstor Pousa
Fotos: Facundo Pousa
Cosquín Rock25: Mientras miro las nuevas olas
Por Néstor Pousa
Fotos: Facundo Pousa
En 25 años Cosquín Rock ha cambiado. Casi podría decirse que no se parece en nada a aquel que abrió sus puertas por primera vez un 10 y 11 de febrero de 2001 en la Plaza Próspero Molina, de la ciudad que tomaría su nombre para siempre.
De aquella sorpresiva primera edición, de la cual derivó esta continuidad y vigencia de dos décadas y media, son muchos los recuerdos atesorados por los que tuvimos la oportunidad de seguir el ciclo desde su nacimiento. Todo era más campechano por entonces, llegar hasta una valla portando el carnet de periodista y que te acompañen hasta la persona que se encargaba de las acreditaciones de prensa y que este, sin conocerte, te entregara tu pase de prensa, nos parecía lo más normal del mundo.
Discúlpenme si soy autorreferencial, pero por aquellos tiempos estas cuestiones tan simples y normales estaban a la orden del día. Pero hoy que el festival ha crecido en forma exponencial en todos los sentidos, tanto que pasó de convocar a 20.000 personas en un fin de semana (en aquel 2001), a este que acaba de finalizar en donde se reunieron más de 110.000 almas. Queda claro que mucha agua corrió bajo el puente y nada va a ser igual que entonces.
A la par de este crecimiento sostenido y cuantitativo, hay una sociedad en la que todo cambió, desde la forma de comunicarnos hasta la forma de consumir música. Horrible término “consumir” si lo aplicamos a cualquier manifestación del arte, pero es así, corren tiempos en los que hasta algo tan intangible y sagrado como la música, es hoy un objeto de consumo.
Pues bien, desde aquel lejano 2001 el derrotero no fue fácil para el Cosquín Rock, especialmente en sus primeros años. No viene mal, teniendo en cuenta el aniversario y el alto porcentaje de gente que recién llega al fenómeno, hacer un poco de historia. Fueron cuatro años en que el festival, no sin obstáculos, se mantuvo en su sede original: la ciudad de Cosquín y su Plaza Próspero Molina, sagrado epicentro del folklore argentino. Es por ello que el ciclo, una vez que debió abandonar esta locación inicial, mantuvo como marca registrada el nombre de COSQUÍN ROCK.
El nuevo sitio a partir del 2005 fue muy cerca de allí, en la Comuna de San Roque. Un predio enmarcado en un entorno inmejorable de vistas a las sierras y lago, en donde parecía que se había encontrado el nuevo nido ideal. Y aunque las siguientes seis ediciones se desarrollaron allí, nuevos problemas vecinales acosaron y volvieron a expulsar al encuentro que empezaba a acumular historias que documentaban su propia leyenda.
Fue a partir del 2011 que el festival de rock más federal del país parece haber encontrado su lugar en el mundo: el Aeródromo de Santa María de Punilla, un lugar equidistante de las dos ubicaciones que lo precedieron. Allí no solo dispuso de un amplio lugar en donde poder expandirse hasta límites insospechados, sino que además encontró una comunidad que lo acogió con los brazos abiertos. Ya suman quince, con la que acaba de bajar el telón, las ediciones que allí se realizaron.
Esta reseña casi no se escribe. Porque los tiempos cambiaron, las comunicaciones cambiaron y los medios también. Hoy mandan las redes sociales, grupos de WhatsApp, transmisiones en vivo desde un teléfono móvil y las historias de menos de un minuto que se esfuman en veinticuatro horas. Y todo lo que este ecosistema no reconoce como propio, automáticamente lo expulsa o le deniega el acceso. Al imperio de esta realidad incontrastable, lo analógico exhibe sus pergaminos e insiste en su camino con la promesa de adaptarse a estos tiemposde lo efímero, pero sin arriar las banderas del periodismo escrito. Y acá estamos por vigésima quinta vez consecutiva escribiendo sobre uno de los encuentros musicales más importantes del milenio, hijo dilecto del Festival de Rock de La Falda.
Pero la transformación del fenómeno es total, porque necesariamente tuvo que acompañar ese cambio de época. Aunque es algo que no notarán esa mayoría de asistentes que este año, en un promedio de edad entre 25 y 30 años, poblaron el predio, ellos recién habían nacido cuando esta historia empezó a escribirse. En definitiva, Cosquín Rock 25 no se parece en nada al de 2001, y no podría parecerse. Somos testigos de ello, como también lo son las únicas tres bandas que estuvieron presentes entonces y repitieron ahora: Divididos, Las Pelotas y Los Piojos. El resto de la grilla es lo más ecléctico y variopinto de lo que se nutre hoy en día el Rock Argentino y sus diversas variantes. Clásicos y modernos; históricos y actuales, demostraron sus virtudes sobre los cinco escenarios funcionando en simultáneo. Creo sin temor a equivocarme que Airbag entregó la actuación consagratoria de este año. Seguidos de cerca por La Vela Puerca, Las Pastillas del Abuelo, Divididos, Los Decadentes, Los Ratones Paranoicos, Babasónicos, Guasones, Skay (y su accidentada actuación), el regreso de Los Piojos; junto a los exponentes de la música urbana: Wos, Dillom, Nicky Nicole, Ca7riel & Paco Amoroso; los espacios de música alternativa como el hermoso escenario doble comando de Boomerang/Paraguay; y el destinado al culto de blues.Todos tuvieron reveladoras y consagratorias performances, se expresaron y bajaron línea, en una edición que fue récord en varios rubros. Un festival que ya se apresta a encarar con renovadas expectativas su próximo lustro de vida.